jueves, 15 de marzo de 2012

Caminos hacia Dios

José Antonio Pagola

Tú puedes encontrarte con Dios, sentirlo más cerca, vivirle de otra manera. Puedes ir pasando poco a poco de la indiferencia a la confianza, del recelo a la amistad, de la incredulidad a la fe. Te lo digo porqué tú puedes escuchar la invitación de Dios que está ya resonando en tu interior.
 Dios te puede parecer hoy un desconocido. No puedes entender que haya personas que vivan con alegría su fe. No te cabe en la cabeza que Dios pueda ser para alguien una fuente de alegría y de fuerza para vivir. Pero tu vida puede cambiar.
 Dietrich Bonhoeffer, un teólogo alemán ejecutado por los nazis, solía decir que hay personas que viven durante muchos años solo con la mitad de su corazón. También a ti te puede estar pasando algo de esto. No estás viviendo la vida desde lo más hondo de ti. Van pasando los años, pero hay algo que se te está escapando.        Tal vez me dirás que hace ya mucho tiempo que has dejado las prácticas religiosas. Vives alejado de la Iglesia, ¿dónde vas a encontrarte con Dios?, ¿qué caminos puedes seguir para buscarlo?, ¿qué novedad puede introducir Dios en tu vida tan alejada de cualquier experiencia religiosa?
Un primer camino que te puede acercar a Dios es la naturaleza. ¿Eres sensible al campo, el mar, los bosques o la montaña?, ¿sabes mirar al cielo, las nubes, las olas o las estrellas? Abre bien tus ojos y tus oídos para contemplar el universo que te rodea. Puede que no te diga nada, pero puede que un día se te presente como un escenario fantástico.
 ¿No ves cómo se refleja de mil formas la belleza, la fuerza y el misterio de la vida?
 Míralo todo desde lo hondo de tu ser. Tú mismo eres una parte minúscula de ese mundo. ¿No escucharás nunca una invitación callada a orientar tu corazón hacia
Aquel que es el origen de la vida y el fundamento de todo lo que es? ¿No percibirás jamás la presencia humilde del Misterio insondable que lo envuelve todo?
 Otro camino para elevar tu espíritu hacia Dios puede ser la experiencia estética. El disfrute de la belleza artística puede invitarte hacia la belleza misteriosa de Dios. Vivimos una vida tan agitada y dispersa que vamos perdiendo capacidad para gustar la poesía, la música o el arte. Los caminos pueden ser diversos.
Cuida tu sensibilidad. Conozco a personas en las que la experiencia de la música crea un espacio interior que les invita suavemente a una actitud más confiada y abierta al Misterio de Dios.
 Un camino excelente hacia Dios es, sin duda, el encuentro amoroso. ¿Quieres de verdad a alguien?, ¿te sientes querido?, ¿estás enamorado o enamorada? La amistad entrañable, el disfrute íntimo del amor, la confianza compartida, el perdón mutuo, la fiesta, el descanso divertido son experiencias que te pueden hacer saborear la vida de una manera más honda.
 Te liberan de la soledad y el aislamiento, te rescatan de tu inseguridad, iluminan la oscuridad que hay en ti, te infunden alegría, ponen color en tu vida. Son experiencias que te están invitando a vislumbrar la ternura amistosa de un Dios que es la fuente última de todo amor. ¿No sabrás presentir nunca en tus encuentros amorosos la plenitud insondable de quien es sólo Amor?
 Hay otro camino. Para mí, es el mejor para quienes os habéis alejado de la Iglesia y andáis buscando cómo creer en Dios de otra forma. Es Jesucristo. Estoy convencido de que conocer mejor a Jesús, leer sin prejuicios su evangelio, dejarse ganar por su espíritu y sintonizar con su estilo de vivir puede ser el camino más seguro para descubrir el verdadero rostro de Dios.
Jesús contó un día la parábola de un hijo que abandonó su casa, se alejó de su padre y se echó a perder. Son cosas que hacemos todos: nos olvidamos de Dios, nos alejamos de él y estropeamos nuestra vida de muchas maneras. Aquel hijo un día volvió. Jesús nos cuenta que el padre lo estaba esperando.
Cuando lo vio llegar hambriento y humillado, «se conmovió», perdió el control, echó a correr y lo besó efusivamente. Dios es así.
Un Padre que nos espera con los brazos abiertos. Puedes leer el relato de Jesús en el evangelio de Lucas 15, 11-32. Te hará bien

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