 El abuelo tiene 85 años. Su vida se ha gastado dando lo mejor de sí 
mismo sirviendo con mucho amor a su familia. Se merece un descanso 
sereno. Es muy humano.
   
 El abuelo tiene 85 años. Su vida se ha gastado dando lo mejor de sí 
mismo sirviendo con mucho amor a su familia. Se merece un descanso 
sereno. Es muy humano.
         
 El abuelo ha trabajado duramente impulsando la esencia de los valores 
que le han hecho ser un hombre de profundas convicciones. Se merece un 
respiro confortable. Es muy humano.
         
 El abuelo siente mucha fatiga para desplazarse donde están sus hijos. 
Se merece que sus hijos se desplacen para sentirle a su lado. Es muy 
humano.
         
 El abuelo no está ya para tomar decisiones sobre lo que será bueno para
 sus nietos. Ha cambiado tanto la vida que es mejor que sean ellos 
mismos los que asuman las responsabilidades del mundo donde les ha 
tocado vivir. Es muy humano.
         
  El abuelo sigue siendo respetado, querido, aclamado. No pierde 
absolutamente nada de su valía, porque es su persona la que tiene valía 
como persona. Él sigue siendo el icono que reúne a la familia cuando se 
piensa en él, al recordar sus palabras, al leer sus memorias, al 
rememorar sus añoranzas tantas veces contadas. Porque una persona vale 
por sí misma y no por lo que representa, aunque en esta ocasión sea las 
de ser un abuelo, por los años, y que al mismo tiempo ejerce la misión 
de Papa. Cuando somos así, demostramos que somos muy humanos.
             
 La renuncia del Papa a seguir siendo Abuelo-Papa, (y utilizo este 
término con todo el respeto, cariño y admiración hacia los que ya tienen
 una edad avanzada) ha sido un gesto profético que humaniza la vida del 
papa y de la iglesia, que la aleja de todos los boatos y pompas del 
poder, del que tanto se dice que hay en el Vaticano.
El
 papa Benedicto, renunciando a su papado, contribuye a seguir renovando 
la iglesia mucho más que con sus elegantes y profundos discursos. No 
olvidemos que la fe cristiana hace humano a lo divino y lo divino lo 
hace humano. Es un fuerte impulso para continuar abriendo ventanas y que
 entre el aire fresco también a los 50 años del Concilio Vaticano II, 
del que él fue en su juventud un gran impulsor. Su gesto ha puesto de 
manifiesto que la iglesia de Jesús tiene que dejarse guiar por la fuerza
 y la libertad del Espíritu de Jesús, y no tanto por otras estrategias y
 ataduras de otros tiempos. 
         
 El papa Benedicto, renunciando a su papado, no tira la toalla, como 
dicen algunos titulares de la prensa, ni se rinde ante las estrategias 
incorregibles de la curia, ni ante la alarmante situación de los casos 
más escandalosos, ni se sacude el mandato por la falta de apoyo a sus 
reformas, ni huye del sacrificio de la cruz de cada día… El papa, 
Benedicto, ha entendido que su persona no es el centro de la fe, que no 
es a él a quien hay que “adorar”,  ni es él quien tiene el monopolio de 
 la iglesia de Jesús, sino que es el Espíritu de Jesús, expresado en el 
evangelio que está por encima de nuestras organizaciones e 
instituciones. Él, como Papa, es infalible, pero tiene fecha de 
caducidad, porque es simplemente humano. Solo Dios es la verdad y es 
eterno.  
         
 Han pasado 700 años para que se dé este avance,  que debería ser tan de
 la vida normal en la vida de la iglesia, como lo es en la vida de 
cualquier abuelo de la familia, por importante que haya sido.  El papa 
Benedicto, con este gesto, ya ha quitado mucha herrumbre que pesaba 
sobre ella. Gracias, abuelo-papa, porque  haciéndote humilde, te has 
hecho más humano y más divino.
         
 Que otros monseñores, de aquí y de allá, tan abuelos como el papa, 
tomen su ejemplo. La iglesia no debe estar dirigida ya por el 
inmovilismo de abuelos, entrañables, pero con la lentitud de los 
abuelos. Su eficacia es mayor si ejercen su testimonio de fe, desde la 
humildad de ser simplemente abuelos llenos de fe y de cordura, dando 
paso a quienes están en plenas facultades. Que los grupos católicos, más
 integristas y más papistas que el papa, tomen nota de ello y sigan su 
ejemplo, sin esperar otros 700 años. Dios, está por encima de nosotros y
 puede actuar por encima de las limitaciones humanas, es verdad, pero, 
nos respeta tanto, que no hace nunca nada sin contar con nosotros. Si 
nosotros frenamos, Él  frena. Si nosotros abrimos caminos, Dios nos 
ayuda a avanzar.
         
         
 Necesitamos personas dinámicas, emprendedoras, con capacidad de ver más
 allá de lo que siempre se hizo igual. Tampoco pongo, por sistema, a los
 jóvenes, como si fueran el remedio y, menos a ciertos jóvenes curas y 
obispos de ahora que, ante las adversidades, se escudan en ser 
ejecutores de órdenes de rancio abolengo y no están por lo que les 
tocaría ser: trampolines de energía que impulsan una constante 
renovación profunda para situar a la iglesia en  el corazón de las masas
 y en diálogo con los tiempos actuales.
         
 Espero que el próximo papa, y todos con  él, hagamos posible una 
profunda humanización, desde dentro de las entrañas de la iglesia, para 
que también se irradie a la humanización de otras realidades del mundo.
                                                                                               Tino Escribano.