UNA DE VALORES QUE HUMANICEN
Cuando uno viene al mundo no trae consigo una libreta de instrucciones que le sirva de guía hasta el final de sus días. Pero, lo que sí que trae, es un deseo inmenso de ser feliz.
Los primeros pasos nos los dan otros y éstos serán, según los entendidos, sobre los que iremos desarrollando nuestra vida. Y hay pasos que, de por sí, indican una buena dirección. Pero ¿ y el niño que en vez de ser querido, besado, acogido, protegido, ayudado… por su entorno familiar, ha sido maltratado, gritado, abandonado en sus lloros y que aún está por recibir el primer beso…?
Esto indica la suerte o mala suerte con la que tendremos que cargar durante toda nuestra existencia. Menos mal que la libertad, un ambiente positivo y unas personas en un momento decisivo pueden cambiar lo que, de otro modo, sería un determinismo o un estar predestinado.
Y en esta llamada interior a ser felices vamos acogiendo lo que nos satisface y rechazando lo que nos causa dolor y vacío. Y en el medio de todo esto están lo que llamamos valores, motivaciones, principios… que nos ofrece el ambiente en el que vivimos, aunque cribados, y por tanto, aceptados o rechazados por la situación personal de cada uno.
Últimamente es raro el día que no escuchamos la palabra crisis; y, la mayoría de las veces, unida a la economía. Pero la crisis económica no nos ha llovido del cielo. Cada uno pensamos y vivimos de acuerdo con las circunstancias del momento que vivimos y desde la programación de la cultura de nuestra sociedad en la que nos transmite unos valores. Y estos valores son el resultado del buscar juntos el bien común. Y cuando éste está ausente, debido al egoísmo e individualismo, la sociedad entra en crisis. Y entonces aparece un estado de violencia, de desorden social que conlleva la violación de los derechos esenciales de la persona, el desprecio de la vida en sus innumerables manifestaciones, como son el secuestro, los robos, los impuestos claramente injustos y otras anomalías que coartan la dignidad humana.
Y una de las manifestaciones de una sociedad en crisis es la búsqueda desenfrenada del tener, que somete a las personas a un consumismo de lo superfluo, que en vez de satisfacernos, nos deja tan vacíos como estábamos. Es verdad que eso sólo nos sucede a los que hemos podido hacerlo, al menos hasta ahora, debido a que hemos podido aprovecharnos de tantos países pobres ante los que tenemos mucho cuidado para que no puedan acceder a nuestro nivel de vida. Y esta situación de crisis no somos pocos los que pensamos que nos puede ofrecer una oportunidad para recuperar nuestra esencia de humanidad; pues el tener las necesidades básicas cubiertas no nos ha podido dar una respuesta para saber qué o quién somos, sino que nos ha llevado a ser un mero instrumento de producción y de consumo.Además esta situación nos ha impedido saciar la necesidad que tenemos de “relacionarnos, de dialogar de construir caminos de encuentro, aprender a expresarnos en el arte, la música, la palabra, la pluma… Gozar de la naturaleza, estar con nuestra familia, nuestros hijos y amigos y vecinos, construir la justicia y el amor entre todos. Aprender a conocernos, a escucharnos, a entendernos, a respetarnos, a tolerarnos, a exigirnos ser humanos. Buscar respuestas a los grandes interrogantes de nuestra existencia. Bucear en la historia de la humanidad para comprender el dolor y la muerte: aprender cómo eran nuestros antepasados para empezar a descubrir cómo realmente somos; conocer sus creencias, sus religiones, su fe, sus fundamentos, las respuestas que dieron, su moral y su ética… Nos avergonzamos de la religión de nuestros padres y de sus humanismos… y nos hemos quedado sin fundamentos para la moral” (Alfonso Alcalde Maestre. El cuento del trabajo. Pág. 28-29)
Por eso esta situación de confusión nos hace caer en la cuenta de que no necesitamos riqueza, sino humanidad, para recuperar con ella nuestra identidad y tarea en el mundo. Necesitamos encontrar nuestro sitio en la naturaleza y en todo lo que ésta alimenta y abandonar esa mentalidad de aprovecharnos de ella mientras pueda y como sea. Y el que venga atrás…
Y lo peor es que estamos aprendiendo muy poco de esta situación que nos obliga a renunciar a tantas cosas innecesarias que estábamos consumiendo hasta hace poco. Algunos de los que nos proporcionaban trabajo se han dado cuenta de que necesitan encontrar nuevos supermercados en otros pueblos para hacer lo mismo que han hecho con nosotros. Por eso, al cerrar las empresas en nuestras ciudades, las abren en otras naciones en las que los salarios son más bajos.Y nosotros ¿qué podemos hacer? Ante todo no desanimarnos e intentar unirnos a los que se están encontrándose para conocerse y dialogar y abrir nuestra conciencia para darnos cuenta de que tenemos que cambiar de modelo de vida, de mentalidad ante un trabajo deshumanizador que nos quita la posibilidad de disfrutar de la vida, de nuestros hijos y amigos.
Y en este largo camino contamos con la mejor motivación y fuerza: la del amor, que nos ayudará a no conformarnos con lo que nos hace sentirnos seguros y protegidos ante los demás. Pues ¿quién no ha experimentado la felicidad cuando ha compartido lo que tenía con los demás o sentido un bienestar cuando alguien nos ha enriquecido con lo que nos ha ofrecido de una manera totalmente altruista y desinteresada?
Y termino con unas frases tomadas de “el cuento del trabajo” que he citado. “Nuestros padres nos enseñaron que Dios es sorprendente. Llevaban siglos buscándolo en todas partes y no se dieron cuenta de que se había hecho prójimo. Lo buscaban arriba y lo tenían al lado, en el otro, y lo mataron, lo crucificaron. Con el tiempo, se dieron cuenta de que el Crucificado les había mostrado su verdadera identidad humana, les había mostrado cómo eran ellos mismos y cómo podían ser felices viviendo en coherencia con su verdadera identidad. La manera de ser felices es haciéndose prójimo, formando la gran familia humana… Y este ha sido vuestro mayor atropello. Nos habéis apartado de nuestro fin, ser prójimos, para enfrentarnos unos a otros y así ganar dinero. Nos habéis deshumanizado y no os habéis dado cuenta de que no podéis deshumanizarnos sin deshumanizaros vosotros mismos. No se puede deshumanizar sin deshumanizarse… La riqueza no nos hace felices, ni a nosotros ni a vosotros: nos hace felices el amor, y la justicia es la expresión más sublime del amor. El amor será capaz de construir otro mundo, y esta vez será un mundo para todos. Vosotros podéis seguir con el cuento de la riqueza, pero no tardaréis en darnos la razón. Os esperamos, porque para este trabajo necesitamos todas las manos”
Rafa Pavoni.