lunes, 30 de junio de 2014

CONFIRMACIONES


En la tarde del  domingo, 22 de Junio, fiesta del Corpus Christi, tuvo lugar en la Parroquia de Nª Sª de Guadalupe la celebración del sacramento de la Confirmación, que recibieron 23 adultos pertenecientes a diversas parroquias. Presidió la celebración el Vicario de Pastoral Jesús Moreno. El obispo de la diócesis, Francisco Cerro, no pudo estar por motivos de agenda.

J.M.




lunes, 31 de marzo de 2014

ACTITUD ANTE LA ADVERSIDAD

 (NOTA: La persona que ha hecho este escrito no quiere darse a conocer; sin embargo puedo garantizar que este escrito es auténtico y está hecho por una persona que está viviendo una difícil adversidad, unida a una enfermedad prolongada. Estas palabras surgen de su propia reflexión y de su fe madura. Lo comparte por si a alguien le puede servir de ayuda, como a ella le sirve.)


Hace unos días, hablando con una señora que estaba pasando por malos momentos en su vida, me comentaba que su marido padecía una enfermedad incurable; su yerno estaba en el paro porque habían cerrado la empresa; su hija no encontraba trabajo y, por tanto, tenía que ayudar económicamente; un nieto de 16 años les daba problemas; en fin, muchas dificultades. Se preguntaba: ¿Qué habré hecho yo para que Dios me mande esto? ¿Por qué este castigo? ¿Cómo puede haber gente mala a la que todo le sale bien en la vida y a mí, que no he hecho mal a nadie, todo me vaya así?

Después de oírla pensé: ¿En qué Dios creemos?, ¿en el que nos manda la enfermedad, el sufrimiento…? ¿Estamos todavía en el Dios del Antiguo Testamento? ¿No hemos llegado a la idea del Dios-Amor que nos entrega a su Hijo Jesús para salvarnos?

Dios, como padre bueno, no puede mandarnos nada que nos haga daño. Al contrario: lo que recibimos de Él en los malos momentos que nos depara la vida, es la fuerza que necesitamos para poder superarlos.

La experiencia nos dice que cuando pasas por etapas duras es cuando más sientes la presencia de Dios. Nos ponemos en sus manos y Él nos va dando todo lo que necesitamos. Nos ilumina el camino que debemos seguir.

“Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados que yo os aliviaré” (Mt 11,28 )
“Si el afligido invoca al Señor, Él lo escucha y lo salva de sus angustias” (Sal 33)
“Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque Tú vas conmigo (Sal 22)

Si hubiéramos sabido todo lo que nos iba a pasar, seguro que habríamos pensado que no lo podríamos resistir. Cuando llega el momento, nos parece mentira que lo vayamos superando. “Mi yugo es suave y mi carga ligera” (Mt 11,30 )

Hay que poner todo lo que está en nuestras manos para salir de esa situación adversa.

Nos preguntamos: ¿QUÉ PODEMOS HACER?

a)   Luchar con todas nuestras fuerzas. No tirar la toalla. Cuidar que nuestro estado de ánimo no se venga abajo. Si estamos relajados y tranquilos, lo transmitimos a nuestro alrededor creando buen ambiente. Distraernos haciendo algo que nos guste. Sabemos que la mente influye en el funcionamiento de todo el organismo y, por tanto, nos puede llevar a empeorar o a contraer enfermedades. Hay que pedir ayuda a especialistas si la necesitamos. Únicamente, desde el optimismo se puede afrontar la vida.
b)   Ver lo positivo que reporta esta situación. Comprobar que hay mucha gente que nos quiere, que se preocupa por nosotros: familia, amigos, vecinos, compañeros de trabajo, etc.
c)   Ayudar a otras personas que están pasando dificultades.  Darles ánimo y estar disponibles a compartir con ellas las experiencias positivas.
d)   Descubrir lo que es verdaderamente importante y disfrutar de lo cotidiano.
e)   Dar todos los días gracias a Dios por el regalo de la vida. Poner la confianza en el Señor porque sabemos que no nos abandona. Siempre está a nuestro lado.

Termino haciendo referencia a dos apartados del Decálogo de la Serenidad de Juan XXIII:

       “Sólo por hoy, trataré de vivir exclusivamente el día, sin querer resolver el problema de mi vida todo de una vez”.
       “Sólo por hoy, me adaptaré a las circunstancias, sin pretender que las circunstancias se adapten todas a mis deseos”.

                                                                                 P.C.M

jueves, 27 de febrero de 2014

CUARESMA 2014 Acogida y misericordia

                                           
Introducción:

La Cuaresma tiene un sentido bautismal, es decir, los textos que leemos en ella recuerdan el camino que todo catecúmeno (y toda persona que cree en el Señor) debe realizar antes de recibir el Bautismo la noche pascual. Es en esa noche cuando culmina este tiempo, precisamente el día en que renovamos nuestro Bautismo.
          La Cuaresma viene acompañada de tres medios que están al alcance de todos nosotros: la oración, el ayuno y la limosna, o si se quiere: la oración, la austeridad y la misericordia. La oración nos pone en comunicación con el Señor, el ayuno nos ayuda a liberarnos de nuestras ataduras y la limosna nos orienta hacia los hermanos.
          Orar es dejarse mirar por Dios y examinar nuestra vida a la luz de su Palabra. Es confrontar lo que somos y hacemos con el proyecto y la llamada que hemos recibido del Padre. Quien ora de verdad mira a Dios con el corazón agradecido por sus dones y proclama su misericordia volviéndose él mismo compasivo con  los demás.
          La práctica de la austeridad,  el llevar una vida sobria, nos hace descubrir que la felicidad no está en tener cada vez más cosas sino en saber contentarse con lo necesario. Ayunar es un ejercicio de solidaridad con quienes carecen de lo necesario y nos ayuda a “descentrarnos” de nosotros mismos para hacer nuestro el proyecto de Dios: que el mundo sea una mesa común.
          Y por eso el ayuno va unido a la limosna, como una puesta en práctica de la misericordia. La limosna solo puede ser entendida y vivida de forma auténtica como una obra de justicia: comparto con los demás lo que Dios ha destinado para todos y, que por nuestra injusta organización de la economía y de la convivencia está muy desigualmente repartido. La limosna evangélica, además, no es pura acción social sino debe ser fruto del amor preferencial a los más pobres y el compartir los bienes es una exigencia de la comunión eucarística (1 Cor.11,20ss)
          Ha dicho el Papa en su mensaje para esta Cuaresma: “Los cristianos estamos llamados a mirar las miserias de los hermanos, a tocarlas, a hacernos cargo de ellas y a realizar obras concretas a fin de aliviarlas… la miseria es la pobreza sin confianza, sin solidaridad, sin esperanza…. En los pobres y en los últimos vemos el rostro de Cristo; amando y ayudando a los pobres amamos y servimos a Cristo. Nuestros esfuerzos se orientan asimismo a encontrar el modo de que cesen en el mundo las violaciones de la dignidad humana, las discriminaciones y los abusos, que, en tantos casos, son el origen de la miseria. Cuando el poder, el lujo y el dinero se convierten en ídolos, se anteponen a la exigencia de una distribución justa de las riquezas. Por tanto es necesario que las conciencias se conviertan a la justicia, a la igualdad, a la sobriedad y al compartir”.
          Y también: “Que este tiempo de Cuaresma encuentre a toda la Iglesia dispuesta y solítica a la hora de testimoniar a cuantos viven en la miseria material, moral y espiritual el mensaje evangélico que se resume en el anuncio del amor del Padre misericordioso, listo para abrazar en Cristo a cada persona. Podremos hacerlo en la medida en que nos conformemos a Cristo, que se hizo pobre y nos enriqueció con su pobreza. La cuaresma es un tiempo adecuado para despojarse; y nos hará bien preguntarnos de qué podemos privarnos a fin de ayudar y enriquecer a otros con nuestra pobreza. No olvidemos que la pobreza duele: no sería válido un despojo sin esta dimensión penitencial. Desconfío de la limosna que no cuesta y no duele”.